sábado, 27 de febrero de 2021

La prepotencia de los grandes.

Una persona pobre habla con ruegos; 
si fuera rico hablaría con prepotencia. 

Proverbios 18:23 (paráfrasis) 

Todos le llamaban “Blanca” no sé si era su nombre, estafadora de profesión, nunca le faltó dinero, joyas, autos…hasta que la detuvieron.
Era tan segura de lo que hacía que siempre lograba  lo que quería. Opulenta, ostentosa, simpática, había viajado por el mundo; la vida era una oportunidad de obtener fortuna. 
Blanca ha sido una de las pocas personas acaudaladas que he conocido; aunque su patrimonio era volátil, lo disfrutaba al máximo. Su tienda en el barrio alto era una fachada que le permitía moverse en la legalidad de un sistema -años 80- 90- fácil de eludir. 
Nadie levantaba la voz cuando la señora Blanca opinaba de algo; ninguna la contradecía. Una mirada de aquellos grandes ojos claros dejaba paralizado a cualquiera. 

Gente modesta conozco a montones. 
Ambos, pobres o potentados, tienen su orgullo. Sin duda está más desarrollado cuando se tiene el poder del dinero. 
Con mucha razón el Señor halló tan difícil la salvación para los acaudalados. 
Golpear la mesa y hablar con voz fuerte no es patrimonio de los que tienen poder o dinero; aunque se les da más fácil. He visto en círculos sociales gritar con ira y con bastantes improperios, a los guardias del supermercado o los de la puerta del Banco Estado, sin contar a esposas a su cónyuge , madres a hijos y  jefes a empleados.  Las pasiones que oscurecen la mente son transversales a género o condición económica. 
Tal vez podríamos hacer nuestra la oración de Ana:

«¡Mi corazón se alegra en el Señor! 
El Señor me ha fortalecido. 
Ahora tengo una respuesta para mis enemigos; 
me alegro porque tú me rescataste. 
¡Nadie es santo como el Señor!
Aparte de ti, no hay nadie; 
no hay Roca como nuestro Dios. 
¡Dejaré de ser  orgullosa  y altanera! 
¡No hablaré con  arrogancia! 
Pues el Señor es un Dios que sabe lo que se hace; 
él juzgará toda acción. »
(1 Samuel 2:1-3 ) 







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