todos los creyentes estaban reunidos en un mismo lugar.
De repente,
se oyó un ruido desde el cielo
parecido al estruendo
de un viento fuerte e impetuoso
que llenó la casa donde estaban sentados.
Luego,
algo parecido a unas llamas o lenguas de fuego
aparecieron y se posaron sobre cada uno de ellos.
Y todos los presentes
fueron llenos del Espíritu Santo
y comenzaron a hablar en otros idiomas,
conforme el Espíritu Santo les daba esa capacidad.
Hechos 2: 1-4 NTV
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La vida puede ser totalmente otra en un instante.
Un accidente, un colapso, una caída o un viento que -de repente- sopla a las nueve de la mañana y transforma todo a su paso.
Después de convivir con Jesús, una cierta cantidad de personas (120 para ser exactos) protagonizan el acto más relevante -después de la resurrección de Jesús- de la historia humana.
Como las grandes reformas, el descenso del Espíritu sobre aquellas personas, cambió totalmente el ambiente social, económico y político del imperio romano.
Nuevas leyes, nuevos principios.
Una era ajena al gobierno decadente se instaló en el ideario colectivo llevándolos a siglos de cristianismo a pesar de persecuciones, quemas y prebendas eclesiásticas.
Aquí estamos, a 1990 años (si los calendarios son fidedignos), en la misma espera, que el Espíritu transforme de nuevo las sociedades gastadas y las haga nuevas, incluidos milagros y poder de Dios.