Han transcurrido dos años desde que empezamos a leer y oír. Hoy estamos prontos a iniciar el último libro, Apocalipsis.
Espero que lleguemos al final con éxito.
Gracias a Dios por su Palabra que nos ha animado en tiempos difíciles, nos ha dado seguridad en la incertidubre y sobre todo, nos ha mostrado el gran amor de Cristo por cada ser humano.
Por medio de estas cosas nos ha dado sus promesas, que son muy grandes y de mucho valor, para que por ellas lleguen ustedes a tener parte en la naturaleza de Dios y escapen de la corrupción que los malos deseos han traído al mundo.
Y por esto deben esforzarse
en añadir a su fe
la buena conducta;
a la buena conducta,
el entendimiento;
al entendimiento,
el dominio propio;
al dominio propio,
la paciencia;
a la paciencia,
la devoción;
a la devoción,
el afecto fraternal;
y al afecto fraternal,
el amor.
2 Pedro 1:4-7 DHH
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Audiolectura de hoy:, segunda carta del apóstol Pedro
A veces se entiende la libertad como una licencia abierta para hacer cuanto se nos venga en gana.
Y sí, se puede.
Se puede mentir hasta que no te pillen, desfalcar, injuriar.
Todos los verbos nefastos que se te vengan a la mente los puedes conjugar.
Como alguien dijo "la libertad es libre", y a continuación escribió unos versos:
La libertad sueña con ser aire, sin bordes ni fronteras mas en la vida cotidiana se tropieza con muros imposibles.
Si bien Jesucristo nos ha liberado, sus principios no se ajustan al absolutismo inicuo.
Como tan bien lo expresa el apóstol Pablo: "Dios los llamó a ustedes a ser libres, pero no usen esa libertad como pretexto para hacer lo malo." Gálatas 5:13
Hasta ahora el libro de Santiago nos lleva a profundas reflexiones de cómo se vive en un mundo lleno de contradicciones.
En público se bendice a Dios;
en privado se habla mal del prójimo.
Las redes sociales contribuyen a levantar o hundir la imagen de cualquiera.
En un mundo donde las palabras se viralizan necesitamos reconocer que nuestro mayor desafío no es la tecnología que se nos ofrece como herramienta comunicacional, sino controlar nuestro discurso interno.
La lengua revela quién es quién, más allá de las buenas y piadosas intenciones.
El argumento que nos presenta Santiago ya lo ha declarado en el capítulo anterior
“ no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.” (1:25)
Creer es solo un inicio. A la fe le siguen de forma natural las buenas acciones.
¿Cómo evaluar nuestro crecimiento en la fe?
Cada día vamos realizando las obras de Dios antes que las propias.
Hay una perfecta coherencia entre lo que somos como creyentes y lo que hacemos en la realidad cotidiana.
Como el apóstol Pablo lo amplía: "En este mundo maligno, debemos vivir con sabiduría, justicia y devoción a Dios, mientras anhelamos con esperanza ese día maravilloso en que se revele la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él dio su vida para liberarnos de toda clase de pecado, para limpiarnos y para hacernos su pueblo, totalmente comprometidos a hacer buenas acciones."
Sabemos mucho, cada día hay más conocimiento de mil cosas, pero nuestra humanidad nos impide realizar lo que nos proponemos.
Alguien escribió: "el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones", buenos deseos que se quedaron sin practicar.
Por estos días Chile ha ingresado a una espiral de promesas de los candidatos a la presidencia de la República. Es una hazaña soslayar la retórica que se instala en todos lados.
Sabemos que un alto porcentaje de esas ofertas son columnas de humo que se las llevará el viento.
El espejo -dice Santiago- nos da una imagen personal cada día.
Quizás lo más honesto es reconocer que todos somos, en cierta medida, "oidores olvidadizos".
La diferencia está en cuántas veces regresamos al espejo (la Palabra de Dios), cuántas veces nos damos la oportunidad de recordar quiénes queremos ser realmente, y cuánto dejamos que el Espíritu nos moldee.
¿Qué es aquello que no se puede comprar con dinero?
¿Por qué amar algo voluble y maleable como una cuenta bancaria o un puñado de billetes?
No se ama una herramienta.
Si tienes dinero, qué bien.
Hay en el mercado muchas oportunidades de inversiones más o menos seguras, más o menos riesgosas. Hay sabiduría en invertir (y gastar) de manera adecuada.
Sin embargo, el amor a Dios y al prójimo es un valor superior que podemos cultivar, por sobre las finanzas temporales. Y sin duda obtendremos mejor interés.