domingo, 7 de noviembre de 2021

-¿Qué te diré, hijo mío?


Habló la madre de Lemuel: 
-¿Qué te diré, hijo mío? 
-¿Qué sabiduría puedo compartir, hijo de mi vientre? 
-¿Qué conocimiento puedo comunicarte, hijo de mis oraciones? 
 No desperdicies la fuerza de la unción en mujeres desenfrenadas;
no inviertas en mujeres que destruirían incluso a un rey, 
sería lamentable. 

Proverbios 31:2-3 (paráfrasis) 

Hay una historia que nos muestra con una claridad asombrosa el peligro de las pasiones desmedidas: 
“Entonces Dalila exclamó: 
—¿Cómo puedes decir que me amas, si me sigues engañando? 
¡Ya es la tercera vez que te burlas de mí, y todavía no me dices cuál es el secreto de tu gran fuerza! 

Todos los días Dalila seguía insistiendo con la misma pregunta, y tanto se hartó Sansón que se quería morir. 
Finalmente, Sansón le confesó a Dalila su secreto: 
«Jamás se me ha cortado el cabello, porque antes de nacer fui dedicado a Dios como nazireo. 
Si me cortaran el cabello, perdería mi fuerza y sería como cualquier otro hombre». 
Dalila comprendió que esta vez Sansón le había dicho la verdad, y mandó este mensaje a los jefes filisteos: 
«Vengan acá otra vez, porque ahora sí me ha dicho la verdad». 
Entonces los jefes filisteos volvieron con el dinero en la mano Dalila hizo que Sansón se durmiera recostado en su falda, y mandó llamar a un hombre para que le cortara las siete trenzas. 
Después comenzó a maltratarlo, y le gritó: 
«¡Sansón! ¡Los filisteos te atacan!» 
Sansón despertó pensando que iba a librarse como antes, pero no sabía que Dios ya lo había abandonado. 
Los filisteos lo sujetaron y le sacaron los ojos; luego se lo llevaron a Gaza, le pusieron cadenas de bronce, y lo obligaron a trabajar en el molino de la cárcel."
(Jueces 16:15-21 TLA)
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