miércoles, 21 de abril de 2021

Siete mil millones de razones.


Cada uno piensa que tiene razones válidas para hacer lo que hace; 
Dios examina los motivos del corazón
y determina lo correcto. 

Proverbios 21:2 

Unos, que la pandemia es un invento. 
Otros abogan por más restricciones. 
Los más consensuales, que pongámonos de acuerdo. 

Desde nuestro nacimiento tenemos esta pasmosa capacidad de razonar nuestro mundo. 
Por cierto, un punto de vista limitado y personal. 
Creemos –en un arrebato de grandeza- que nuestra verdad es irrefutable y nuestros actos perfectamente comprensibles. 
¿Cuál es la medida de lo correcto o incorrecto? 
Desde el infante que discurre “mi mamá es mía”, hasta el anciano que se enfrenta a su último suspiro, nuestra medida, si no es Dios, no hay valor posible en nada de lo que hacemos. Todo es voluble, transitorio y artificioso. 
Hay siete mil millones de razones para recrear el mundo, tantas como habitantes hay en el planeta. Todas limitadas a la condición humana.
El escritor argentino Borges nos trata de ilustrar la imposibilidad de saber lo que el Señor sabe de la realidad que apenas vislumbramos. Podemos imaginar que además de verlo todo (literalmente), su mente Omnisciente también evalúa las intenciones humanas. 

Si tienes un momento, te dejo un trozo del cuento de Borges, el Aleph : 
“El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a…” 

La ficción es apenas un esbozo de lo real, el Señor Eterno es el Alfa y Omega simultáneamente, el Primero y el Último (Apocalipsis 22:13). 
Nuestra vida el Él está completa. ¡ Gloria a Dios!
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Te dejo el link del texto de Borges y el audio si deseas investigarlo.
(Jorge Luis Borges, insuperable -según mi modesta opinión- :)
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Texto:

Audio:

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