jueves, 26 de agosto de 2021

Prevenir es mejor que lamentar.


Una persona sabia y perspicaz 
discierne el peligro que se avecina y se prepara; 
la persona desprevenida 
no mira hacia adelante y sufre las consecuencias. 

Proverbios 27:12 (paráfrasis) 

No se necesita ser adivino para saber que en algún tramo de la vida habrá problemas. 
Algunos inconvenientes nos avisan a través de señales claras y decisivas. 
Una tormenta, un ciclón, una estafa, una pandemia. 
Hay provisión de Dios en las advertencias. 

Mi amiga C. se puso de novia con un joven agradable, simpático y alcohólico. 
Ella en su amor e ingenuidad creía que podría sacarlo del vicio con paciencia y un poco de tiempo, tú sabes, a veces tenemos ese síndrome de madre Teresa. 
La familia y las amigas le aconsejaban que no se involucrara en esa unión; ella no escuchó ningún consejo y soñó sus próximos años con la redención del alcohólico. 
Pasaron diez abriles en esa relación simbiótica de promesas incumplidas y perdones varios. La reincidencia era la tónica en cada semana. Él nunca pudo (o no quiso) dejar de beber. 
Ni siquiera intentó algún tratamiento en A.A. 
Rompieron el compromiso. 

Cualquier mal es evitable si podemos ver las señales y tomamos medidas previas. 
El h. J. Spencer nos amplía la visión: 
“Un buen marido reparará su casa mientras hace buen tiempo, no la postergará hasta el invierno; un piloto cuidadoso aprovechará el viento y la marea, por lo que se hará a la mar y no se quedará hasta que surja una tormenta. 
El viajero se tomará su tiempo en su viaje y cuidará su paso cuando llegue la noche, no sea que la oscuridad lo alcance; el herrero golpeará mientras el hierro esté caliente, no sea que se enfríe y pierda su trabajo; por eso debemos hacer de cada día el día de nuestro arrepentimiento; para que cuando lleguemos a morir no tengamos nada que hacer más que morir.”
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