jueves, 1 de octubre de 2020

Dar enriquece tu vida.

Los deseos de los justos terminan bien; 
la esperanza de los malvados termina mal.
El que da en abundancia, 
recibe más de lo que dio; 
pero el que es tacaño, termina en la pobreza. 
El que es generoso, prospera; 
el que da a otros,  enriquece su vida. 
La gente maldice al que acapara el trigo, 
pero cubre de bendiciones al que lo vende
Proverbios 11:23-26 (NBV)

 La liberalidad pareciera un concepto del siglo XX, una historia de  cuando los vecinos se prestaban la carretilla, las cercas no tenían electricidad, los jóvenes intercambiaban su ropa  y los niños miraban televisión en cualquiera de las casas que tuviera la dicha de poseer un aparato, cuestión que con el tiempo derivó a este raudal imparable de smartphones y las redes sociales.

Pero aún hoy  -como antaño- puedo vislumbrar la dadivosidad en la comunidad cristiana, especialmente en estos aciagos días de pandemia. 
Una hermana (así nos llamamos de cariño entre evangélicos) llega un día con una caja con potes de miel. -Para que le coloquen algo dulce a las donaciones, me dice con sencillez.  Nuestra iglesia ha reunido mercadería para ayudar a los necesitados y un kilo de miel dará un agrado adicional en dulzura. Tengo la certeza absoluta que se cumplirá en ella lo que Dios dice: “El alma generosa será prosperada;”.

Podemos recordar que hay una bienaventuranza en la dadivosidad:
"En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir." (Hechos 20:35)


 

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