"Qué felices viven los padres cuando su hijo es sabio, pero qué tristeza les da el hijo necio."
Proverbios 10:1
Hace algunos veranos visitamos a la familia G. en el Sur de Chile.
Tres bellos hijos. Dos niñas y un joven que se ausentó mientras estuvimos allí.
Las pequeñas han dado grandes alegrías a nuestros amigos, hoy están casadas, un par de nietos han revitalizado a la familia y divierten a la abuela con sus travesuras.
El muchacho tomó un camino distinto al de sus hermanas cuando ingresó a la universidad; muchos amigos, fiestas, alcohol y poco estudio.
La vida, en un intento de detener la debacle lo envió directo al hospital con un pre-infarto y una diabetes juvenil. Los padres lo cuidaron con paciencia, buen pronóstico si adoptaba un cambio de hábitos.
Volvió a los estudios, los amigos, las fiestas de fin de semana, inició su vida laboral. Con 34 años un accidente en moto lo dejó tendido en una carretera de Chillán; los grados etílicos le impidieron una buena reacción en el cruce de trenes.
Acompañamos a la familia al funeral. La madre quedó postrada por el impacto, volvió a caminar con terapia y la amistad de los que la aman.
¿No es esta una historia repetida en miles de hogares en el mundo?
Grandes interrogantes invaden a los padres cuando los hijos escogen la peligrosa libertad, lejos de la sabiduría, ansiosos por traspasar los límites.
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