La riqueza es para el ser humano
como una fortaleza defensora,
pero la pobreza mantiene en vilo la seguridad personal.
Los que aman a Dios
su salario es una vida de justicia;
el jornal de los impíos se desperdicia
en una vida de derroches.
Proverbios 10:15-16 (paráfrasis)
Desde siempre, uno de los grandes temores es la pobreza. Las más célebres promesas políticas tienen que ver con el dinero y la superación económica, a veces con escasos resultados.
Tal vez mantenemos ese ideario simplista de la "lámpara de Aladino" (para los que fueron lectores) donde el protagonista se enriquece de la noche a la mañana solo por frotar una lámpara mágica, cuestión que no demanda trabajo o esfuerzo.
Pasé por una calle del barrio Franklin, conté en el espacio de una cuadra cinco jugadores de "pepito paga doble", rodeados de una no menor cantidad de personas, sin ningún distanciamiento por la pandemia.
En el ámbito evangélico también tenemos nuestros nexos con el deseo de riqueza sin demasiado sudor. De ahí nace la famosa “teología de la prosperidad”, tendencia que algunos defienden a ultranza y otros reprueban tajantemente.
¿Quiere Dios que seamos ricos como Salomón? (1 Reyes 10:14-29)
¿Quiere Dios que seamos pobres como Lázaro? (Lucas 16:20-21)
Tal vez estamos haciendo las preguntas incorrectas.
El Señor Jesús nos pone el foco donde debe estar:
“Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.”
Si nos inclinamos por un énfasis en el evangelio de la prosperidad o una teología del sufrimiento estaremos disociando la verdad global que se desprende de las enseñanzas de Cristo. La gran tarea a la que podemos dedicarle más tiempo es leer el Nuevo Testamento y rumiar nuestro propio alimento. Podemos sacar las más sabias conclusiones y aportar a la fe colectiva.
Hay todavía mucho por reflexionar y bastante más en la práctica de compartir lo que el Señor pone en nuestras manos.
Alguien ha dicho que "el dinero es un mal amo, pero un buen servidor".
Particularmente quiero profundizar en aquellas palabras del apóstol Pablo y aplicarlas al diario vivir:
"Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad."
Filipenses 4:12
Filipenses 4:12
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