Este Libro de la Ley jamás se apartará de tu boca; de día y de noche meditarás en él, para guardarlo y practicar todo lo que en él está escrito.
Porque entonces harás prosperar tu camino, obrarás sabiamente y tendrás éxito.
Josué 1:8 (paráfrasis)
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Jamás.
adv. t. Nunca, en ningún momento.
En ninguna oportunidad, momento u ocasión.
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En el año 330 a.C., Alejandro Magno entró a Persépolis.
La historia es amplia en detalles de esa victoria que el conquistador tuvo sobre los persas, conquista que demostró quemando la Fortaleza de los escritos, la mayor biblioteca conocida en libros maravillosos que los aqueménidas guardaban como un tesoro de la humanidad.
Alejandro, joven y delirante de éxitos, ordenó tal necedad como una venganza y demostración de poder a futuras conquistas.
Libros que jamás leeremos.
Libros que contaban nuestra historia primitiva.
Mejor destino tuvieron los escritos hebreos ante la megalomanía de Antíoco Epífanes en el 167 a. C., que emulando a Alejandro, ordenó destruir las Escrituras para imponer la cultura griega.
De las páginas salvadas nos ha llegado el Antiguo Testamento que disfrutamos hoy.
El mismo espíritu obcecado recorre la tierra en este tiempo -siglo de la Internet y la robótica- buscando borrar las Escrituras sagradas; India, China, África son una muestra de ese deseo persecutorio para que las generaciones futuras no puedan jamás poner sus ojos en las páginas que dan esperanza y vida eterna.
¿Cómo entender tanto odio a los libros?
¿Cómo entender la indiferencia occidental hacia la Biblia?
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