viernes, 28 de octubre de 2022

Historia de covid-19 (2)


Ustedes, los sobrevivientes de entre las naciones, vengan; acérquense y reúnanse.
Isaías 45:20
*
Coronavirus 
DLE
Del ingl. coronavirus, de corona 'corona solar', por el aspecto del virus al microscopio, y este del lat. corōna 'corona', y virus 'virus', y este del lat. virus 'veneno', 'ponzoña'. 

1. Virus que produce diversas enfermedades respiratorias en los seres humanos, desde el catarro a la neumonía o la COVID.
*  

Eran los días más crudos del 2020.
Los más inciertos. 
El inicio de una pandemia que -pensamos- terminaría en unos meses. 
Toda agenda se desbarató por completo. 
El mundo se detuvo como ese juego de "un, dos, tres, momia es". 

La inquietud nos llegó en una voz "el hermano S. está en el hospital". 
Llamadas a urgencia, nadie contesta, no hay noticias ni visitas. 
Llega el confinamiento. 
Ahí fue cuando oramos con más fervor.
Fuimos atados con un hilo invisible, las palabras de ruego ante el trono de Dios. 
Meses de incertidumbre. 

Hoy nos sentamos con S.  y relata: 
"Esto sucedió en el mes de mayo del 2020.
Todo comenzó en una una festividad en casa, un almuerzo que mi padre organizó para celebrar el cumpleaños de mi madrastra. 
Lo disfrutamos debajo del parrón, al aire libre, pero aun así me contagié. 
El virus se desarrolló en mi con más fuerza por una diabetes producto de malos hábitos alimenticios. 
Al día siguiente sentí un cansancio extraño y un poco de fiebre. Sospeché que estaba contagiado y así fue.
Fui al consultorio para hacerme un pcr;  el examen demoraba tres o cuatro días para saber los resultados; al cuarto o quinto día empecé a sentir un desgano, no podía Levantarme de la cama y pensé que me moriría. 
Ese contexto de malestares indescriptibles, pensé que no iba a sobrevivir un día más. Decidí acudir al hospital de urgencia. Cuando entré ya apenas podía sostenerme en pie; los médicos se dieron cuenta que yo estaba en muy malas condiciones y me internaron inmediatamente. 
El grupo de doctores que se acercó me explicó que mi condición era muy grave y tendrían que entubar; eso no demoro más de 20 minutos desde que llegué al lugar. Me despedí de mi hermana que me acompañaba, me subieron a una camilla y mientras ingresaba por el largo pasillo me dirigí al Señor y le rogué que se hiciera su voluntad. 
Entregué totalmente mi ser al Señor Jesús; rendí a su voluntad esas zonas oscuras que todavía mantenía y que me impedían servirle plenamente. Cuando me entubaron fue un blackout.
Estuve en coma inducido unos 8 días, y es algo extraño porque tengo una especie de solera de memoria porque recuerdo cosas inconexas; recuerdo una especie de reprimenda del Señor, un ponerme los “puntos sobre las ies” en mucho de lo que yo era hasta ese momento, mi manera de pensar políticamente , el mapa mental de mis ideas; fue algo así como una tormenta de nuevos conceptos como si un ventarrón  sacara ideas y conceptos ajenos a la fe que tenía muy arraigados, en especial ideas políticas y luego desperté. 

Ahí empezó lo dramático. 

Me miré, había bajado más de 10 kilos de peso Cuando tuve conciencia de la realidad, lo primero que observe fue una señora que pusieron al lado de mi cama separada por una cortina. Ella estaba muriendo; el médico tratante le hablaba y le hacía masaje en los pies para ayudarla a un buen morir. Yo solo escuchaba su respiración cada vez más leve; en mi estado poco podía hacer. No logré mover los brazos, ni caminar, ni beber agua. 

Además el temor a una recaída era paralizante. 

Por esos días muchos recayeron en el virus y nunca regresaron. Los médicos pensaban que podría pasarme lo mismo. Pasadas unas dos semanas –el tiempo en un hospital es relativo-, me trasladaron a una residencia, Espacio Riesco. Allí empecé a tener una luz de esperanza. Las salas eran semejantes a aquellas que alguna vez vi en una investigación de la gripe española, casi como un campo de concentración, gente convaleciente, muy delgada, un campo de sobrevivientes, una sala de hombres y otra de mujeres. 
Me llamó la atención el alto porcentaje de gente bonita que estaba en ese lugar. 

Ahí pude empezar a caminar lentamente, ir al baño; lo que más me impresionó fue el día que pude ducharme solo, aunque con temor por la debilidad de mis piernas;  la enfermera siempre estuvo pendiente que no me cayera. 
Bajo el chorro de agua caliente dije: -Sobreviví. 
En ese momento tuve la plena certeza que no moriría. Volví a casa, volví a mi iglesia después de casi tres meses. En esos meses la convalecencia fue lenta y dolorosa, pánico en los sueños, insomnio, falta de aire. 
La oración de la iglesia fue para mí fue muy importante. “
*


Te regalo una bella canción:






No hay comentarios:

Publicar un comentario