Cuesta decir adiós al mundo conocido; ese que nos vio crecer, donde los perfumes se evaporan en atardeceres de ensueño y los sonidos familiares llaman al descanso vespertino.
Cuesta abandonar la tierra natal y en la edad adolescente transformarse en extranjero, sin derecho a regresar, sin opciones a elegir, siempre con una espada invisible sobre la cabeza, espada que -según la autoridad de turno- se puede hacer visible y mortal.
Cuesta desprenderse de la familia y de las cosas comunes, el olivo de la huerta, los naranjos en flor, el olor a los sacrificios cotidianos en el templo, la letanía de las oraciones que -como incienso- invaden el ambiente.
Cuesta llegar a una gran urbe desconocida, violenta y orgullosa.
Cuesta que la lengua se acostumbre a otros sabores y el oído a otros idiomas.
Cuesta ser inmigrante y más aún, inmigrante esclavo.
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Audiolectura de loy:
Libro del profeta Daniel, versión NVI
https://www.youtube.com/watch?v=ukt6IjhR-Kg
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Ilustración:
Imagen recreada de los jardines colgantes de Babilonia.
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