siempre encuentra la solución adecuada;
el necio solo divaga en las redes sociales.
Proverbios 17:24 (paráfrasis)
Leí este refrán: "Las aves lejanas tienen plumas finas.”
La debilidad de divagar por paisajes remotos es un pensamiento en el cual casi todos nos declaramos culpables.
Recuerdo lo que se les decía a los muchachos, “serás grande”, “tendrás un gran ministerio”, “llegarás lejos”. Pero aquellos profetas nunca les dijeron cómo llegar; crearon en ellos expectativas de lo grandioso en algún lugar del futuro que nunca llegó.
El sabio sabe que su grandeza es el hoy, el único tiempo del que dispone para apreciar lo que es y lo que tiene; eso lo desarrolla con fe y la Gracia soberana que está siempre presente en toda decisión.
Es de sabios ver la grandeza en la vida común; lo santo en lo ordinario. Vernos como Dios nos ve, “sentados en lugares celestiales” cuando aseamos los baños, lavamos el vómito de los bebés o pagamos cuentas en una larga fila con mascarilla-distanciamiento-social.
Y mientras vivimos en el mundo cotidiano vivimos también en las alturas de lo sagrado, la certeza que Dios, el Creador de las galaxias está a nuestro lado para enseñarnos la belleza del infinito dentro de nosotros mismos.
Divagar en sueños y utopías, okey, como un lapsus, un resbalón de cansancio, el vuelo de una polilla alrededor del foco iluminado; un minuto de recreo en cuarentena. Nuestra vida será insípida y vulgar tanto como se lo permitamos. Porque desde mi perspectiva veo lo que dice el apóstol “que entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales.” (Efesios 1:19-20)
Y está en nosotros.
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