lunes, 26 de abril de 2021

Casa compartida.

Es mejor compartir una choza humilde y en paz 
que vivir en un palacio con un cónyuge pendenciero 
y crítico de todo. 

 Proverbios 21:9 


Aquella mañana mi compañero de  escritorio llegó con un chichón en la frente.
Su padre le había lanzado un plato al voleo, gracias a Dios no le pegó en un ojo.
La furia se había apoderado del progenitor por un "quítame allá estas pajas" (o sea, una nadería). Lo triste era que su padre hacía clases a nuestro curso. Nunca pude quitarme de la cabeza aquella  escena, aun cuando como profesor era tranquilo y afable.  

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La conocí cuando ya era viuda. (Tal vez su marido prefirió morir antes que arriesgarse a un divorcio que lo dejara en la calle.) 
La señora B. sonreía poco y leve. 
Decía que la “risa abunda en la boca de los tontos”. No sé si tenía siquiera desarrollado su sentido del buen humor, porque el otro era abrumador. 
Extrañamente sufría del corazón; arritmias que a menudo asustaban a las hijas con urgencias al hospital más cercano. Hay hijas afectuosas, comedidas y sufridas; porque es incomprensible tanta tolerancia cuando el regaño es el lenguaje habitual en el hogar. Poco a poco toda la familia fue distanciándose; las muchachas se casaron, adquirieron casas en otras comunas, visitas cada vez más espaciadas, un poco de olvido. 

Hay un marcado contraste con un hogar donde los nietos juguetean, amasan con los abuelos, ríen libremente por el jardín, se suben a los sillones buscando el regazo acogedor; cariño espontáneo y natural. 
Disciplina y mano afectuosa no están enemistadas entre sí. 

Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación. Romanos 14:19 (NVI)

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La pintura es de: Adolf Eberle.

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La noticia del día: Mujeres de la etnia San Chi juegan un partido de fútbol.  Vietnam. Foto AFP







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