martes, 5 de octubre de 2021

Parábola.


 "Jesús contó esto también: 
«Un hombre tenía dos hijos,  y el más joven le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me toca.” 
Entonces el padre repartió los bienes entre ellos.  
Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada.  Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre.  

Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos.   Y tenía ganas de llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.   Al fin se puso a pensar: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti;  ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores.” 

Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. 
El hijo le dijo: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.” 
Pero el padre ordenó a sus criados:  
“Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! 

Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.” 
Comenzaron la fiesta." 
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