Salmos 37:37
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Paz
Del lat. pax, pacis.
1. f. Situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países.
2. f. Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos.
4. f. Ausencia de ruido o ajetreo en un lugar o en un momento.
5. f. Estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud. Disfrutar de una paz profunda.
7. f. En el cristianismo, sentimiento de armonía interior que reciben de Dios los fieles.
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El corazón del hombre fluctúa entre un estado precario de paz y la inquietud del conflicto.
La palabra paz está traducida 379 veces en nuestra Reina-Valera 1960.
Desde Génesis a Apocalipsis.
Nos estremece la falta de paz, lejana o cercana.
No la hay en un hogar.
En una nación.
En lugares que jamás veremos pero que están ahí, día a día desangrándose mientras vivimos nuestra propia búsqueda de tranquilidad.
Porque sí, la guerra y la paz nacen en el corazón humano.
Se desarrolla en las relaciones diplomáticas.
Se consolida en el potente sentimiento de hermandad.
O se rompe en ese estado que ambiciona el poder total.
El escritor sagrado preguntó y aún lo hace hoy:
“¿Qué provoca las guerras y los pleitos entre ustedes? Pues son las pasiones que luchan dentro de ustedes. Ustedes desean algo y no lo consiguen. Entonces matan y sienten envidia, porque no pueden obtener lo que quieren. Pelean y se hacen la guerra.”
(Santiago 4:1 NBV)
El Señor Jesucristo tiene una bienaventuranza particular para lo que buscan la paz:
“Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán llamado hijos de Dios”.
(Mateo 5:9)
Si andas buscando un proyecto de vida, un propósito por el cual luchar cada día, este es uno y muy bueno.
Más aún si –como herramienta eficaz- tienes la paz que el Señor promete:
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
(Juan 14:27)
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La noticia del día:
La gente compite en una carrera de sacos en La provincia de Siem Reap en Camboya.
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