domingo, 11 de octubre de 2020

Codicia que mata.

Los impíos codician la fortuna de los malvados
pero la justicia motiva a los devotos de Dios 
y los mantiene contentos.” 

Proverbios 12:12 (paráfrasis) 

El pueblo que atravesó por 40 años el desierto estaba listo para conquistar un pequeño lugar llamado Hai. 
Ya habían cruzado las tremendas murallas de Jericó con un gran triunfo, la ciudad de Hai sería “pan comido” (según ellos). 
Algo falló. 
La derrota fue estrepitosa y 36 valientes quedaron tendidos en el campo, privados de la luz para siempre. 
¿Qué había pasado? 
¿Dios no estaba con ellos? 

 La orden había sido no tomar nada del botín de la ciudad que habían conquistado, de lo contrario  el pueblo tendría problemas. 
Después de una breve investigación llegaron a la carpa de Acán y le requirieron la verdad:
Acán respondió a Josué:«Reconozco que he pecado contra el Señor, el Dios de Israel. Voy a decirte lo que hice. Entre los despojos vi un manto babilónico muy hermoso, doscientas monedas de plata, y un lingote de oro que pesaba más de medio kilo. 
Me ganó la codicia, y lo tomé. 
Pero todo lo tengo escondido bajo tierra, en medio de mi tienda. 
Y debajo de todo está el dinero.»  (Libro de Josué capítulo 7)



Codicia, afán desmedido de una persona por tener riquezas y bienes. La codicia, en este sentido, implica un deseo vehemente de posesiones, bien sea materiales (riqueza, propiedades, bienes), bien inmateriales (estatus, poder, influencia). En la codicia, la gente ambiciona tener más de lo que necesita para vivir. De allí que pueda llevar a las personas a tener conductas al margen de la moralidad y la legalidad.




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