dañarás tu salud;
si buscas palabras de alabanza
dañarás tu alma.
Proverbios 25:27 (paráfrasis)
Hay algo que nunca sacia al ego, las palabras de elogio.
Tan dulces como la miel, parecieran insuficientes cuando el yo es superlativo.
A menudo vemos en emperadores, presidentes u otros gobernantes este anhelo de gloria y reconocimiento.
Y a veces en creyentes; eso preocupa un poco.
La extensa historia del mundo nos cuenta de Alejandro Magno.
“En sus treinta y dos años de vida, su Imperio se extendió desde Grecia, hasta el valle del Indo por el Este y hasta Egipto por el Oeste, donde fundó la ciudad de Alejandría5 (hoy Al-ʼIskandariya, الاسكندرية). Fundador prolífico de ciudades, esta ciudad egipcia habría de ser con mucho la más famosa de todas las Alejandrías fundadas por el también faraón Alejandro. De las setenta ciudades que fundó, cincuenta de ellas llevaban su nombre.”
¿Fue envenenado?
¿Murió de una epidemia?
Lo cierto es que su fabuloso imperio pronto fue dividido entre sus generales para luego dejar paso al imperio romano.
Hoy Grecia es uno de los países que lucha contra la pobreza dentro de la UE; de las hazañas de Alejandro apenas quedan las historias que pocos leen.
¿Tiene la gloria humana una medida?
¿Cuándo se satisface el alma que desea elogios?
Sin duda es sano reconocer las buenas tareas, el trabajo esforzado, la gratitud es un estímulo.
La medida adecuada es el quid del asunto.
Mi abuela Juanita fumaba hojas de chamico para aliviar su asma, cuando aún no se inventaba el salbutamol. Una dosis extra la hubiera llevado directo a la tumba.
Un excelente consejo del apóstol Pablo nos sitúa en la correcta realidad:
“Pues, les estoy diciendo a cada uno de ustedes, por medio del inmerecido favor que me ha sido dado, que no tengan ideas exageradas de su propia importancia. En cambio, desarrollen una sobria autoestima, basada en los patrones que YAHWEH ha dado a cada uno de ustedes, a saber, confianza.”
Romanos 12:3 - Biblia Kadosh Israelita Mesiánica
#noesgloria buscar la propia gloria.
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Chamico
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