¿Qué diremos a esto?
Que, por medio de la fe, Dios ha hecho justos a los paganos, que no buscaban la justicia.
En cambio, los israelitas, que querían basar su justicia en la ley, no lo lograron.
¿Por qué?
Porque no se basaban en la fe, sino en sus propios hechos.
Por eso tropezaron con la «piedra de tropiezo» que se menciona en la Escritura:
«Yo pongo en Sión una roca,
una piedra con la cual tropezarán;
el que confíe en ella,
no quedará defraudado.»
Romanos 9:30-33 DHH
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Cierta vez tropecé en una baldosa saliente de una vereda.
Mi humanidad fue sacudida por una caída violenta y poco elegante.
Aparte del momento vergonzoso, mis rodillas adoloridas y las palmas de las manos magulladas, creo que fue un tropezón sin consecuencias a futuro.
Mis manos cicatrizaron, las rodillas recuperaron su movilidad y la vergüenza, bueno, ¿cuántos momentos como ese hemos debido archivar en los libros de la memoria?
A diferencia de mis caídas poco trascendentes, los israelitas (el pueblo de Dios) tuvieron un tropezón definitivo, fundamental y con tristes -más que tristes- consecuencias a futuro.
Una debacle.
Aquel pueblo heredero de las grandiosas promesas no pudo ver su día.
No pudo reconocer su Salvador.
Este capítulo 9 de Romanos es una elegía a la pérdida.
Te invito hoy a reflexionar en la bondad de Dios y su promesa de salvación. Él ha extendido su misericordia para todos.
¡Bendito sea el Señor!
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Romanos capítulo 9 DHH audiolibro